La
crisis en las religiones tradicionales y la aparición de nuevas
ideas, entre las que destacan la aceptación de la existencia de
otros mundos habitados y la física quantica, nos hace pensar en un
universo muy amplio de futuras creencias religiosas.
Esta crisis se basa en el aparente fracaso de las mismas para influir en la moralidad general, dar respuestas a dudas existenciales o mantenerse al día con respecto a descubrimientos que las cuestionan, como son los hallazgos arqueológicos y la historia revisionista, entre otras cosas.
El
recuento histórico nos da testimonio de las muchas veces que
escrituras consideradas “sagradas” fueron adulteradas o
censuradas por autoridades políticas y religiosas, en beneficio de
un punto de vista privado, individualista o estatal
Es
posible que lo único que sobreviva de ellas sean las diferentes
técnicas de meditación y ejercitacion (yoga, chikun, etc) que son
de visible utilidad práctica.
Sin
embargo, el planteo de que la religión sirva para asegurar una mejor
vida pos-muerte o pos-iluminación puede llegar a su fin muy pronto.
Necesitamos
– y esto es urgente – de ideas que sirvan para que el nirvana o
la sabiduría sean hechos palpables en esta Tierra y no una promesa
para el final de los tiempos.
Al
mismo tiempo del fuerte materialismo imperante, hay un resurgimiento
de la espiritualidad, pero, a diferencia de la histórica, esta
espiritualidad es concreta y requiere de expresiones que se
manifiesten en la vida de todos los días.
Tal
vez por eso, escuelas como el Zen o el budismo Nichiren (que promete
el Nirvana en la Tierra) han tenido cierta relevancia en occidente.
Hasta
hoy nuestra búsqueda de la sabiduría se ha desarrollado en la linea
muy estrecha de una vida destinada al nacimiento, crecimiento,
enfermedad, sufrimiento, vejez y muerte, dentro del marco de
innumerables distracciones mundanas. El resultado ha sido un mundo
orientado a la comodidad personal, al éxito temporal, la búsqueda
del poder, la fama, la indiferencia al sufrimiento ajeno y el daño
irreparable al medio ambiente.
El
futuro EXIGE que nuestras creencias se relacionen de otra manera con
la naturaleza, que seamos co-creadores, protectores y con una
relación cuasi-chamánica con la misma y no sus explotadores.
Al
mismo tiempo, que desarrollemos una moralidad natural, pero profunda
y fuerte, basada en el respeto por la vida... por sobre todas las
cosas...
Nuestra
espiritualidad DEBE manifestarse en el mundo concreto. Empezando por
sus expresiones más básicas - el amor y la compasión – y
llegando, por un camino claro, al triunfo del espíritu sobre la
materia.
Evidentemente,
estas creencias estarán influenciadas netamente por la ciencia, pero
una ciencia que raye en las fronteras de la espiritualidad, tal como
lo hace la quantica.
El
triunfo del espíritu sobre la materia implica que ya no necesitemos
siquiera extraer agua para beberla, sino que nuestra fuerza interior
“produzca” lo necesario o “aproveche” lo que el universo da.
Es
decir: el fin de la sociedad productiva y de consumo.
Muchos
señalarán lo que estoy escribiendo como una UTOPIA o, lo que es
peor. UN DELIRIO, pero tengan en cuenta que nuestra civilización es
producto de un impulso que se inició unos 15.000 años atrás. Si en
vez de empujarnos hacia una civilización urbana de consumo y
explotación hubiéramos sido orientados hacia el desarrollo
espiritual, posiblemente seríamos MUY DIFERENTES.
Lo
que propongo es iniciar ese impulso ahora mismo, sin temor a
abandonar las viejas y contaminadas creencias religiosas para
comenzar con una nueva pre-concepción religiosa a partir de la nada.
El
“camino” tomaría viejas enseñanzas no-conceptuales como la
meditación, el yoga y el chikun tendientes al dominio de la mente y
las pasiones y a preservar una excelente salud, desarrollaríamos la
práctica de las virtudes para que nuestro ego se purifique y se
“parezca” a nuestro Ser, hasta que ambos se unan y el Ser
individual se manifieste en cada uno de nosotros en la Tierra.
Apoyados no sólo desde el terreno de la discusión filosófica, sino
desde la educación en el hogar y la escuela; donde las premisas ya
no sean triunfar económicamente u obtener fama, sino “lograr la
fusión espiritual”. Si esto hacemos, habida cuenta de la capacidad
del hombre para desarrollarse, estoy seguro de que podríamos hacer
realidad aquella utopía.
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